Sobre fetichismo de la mercancía y nuestra realidad



El concepto de fetichismo de la mercancía, acuñado originalmente por Karl Marx, nos lleva a repensar de dónde provienen los productos que hoy en día consumimos y que nos permiten llevar a cabo el estilo de vida que el mismo capitalismo nos impone, ignorando las relaciones sociales de producción ocultas tras la apariencia misma del producto final. En esta ocasión, nos planteamos una situación cotidiana desde la que podemos pensar en profundo algunas de las relaciones sociales capitalistas de producción que intervinieron detrás de lo que a simple vista parece.

Nuestro caso: El verdadero precio de la moda.

Algunos de los puntos de encuentro en común que nosotrxs compartimos son Lomas de Zamora y Adrogué. Ambos puntos cuentan con centros comerciales repletos de locales de todo tipo a los que acuden jóvenes y adultxs por igual. Aunque a simple vista podemos ver en una vidriera unas zapatillas, un pantalón, un vestido, una camisa o una remera; en el fondo ignoramos todo lo que esa prenda oculta, y lo que en verdad sucede. Un par de zapatilas involucra precarización laboral ya fuera aquí o en otro país tercermundista, produciendo en talleres de costura clandestinos ubicados en barrios donde la oferta de mano de obra sea barata y abundante (amén de mencionar casos de grupos de trabajadores traídos del exterior a trabajar estrictamente veinte horas al día en esos talleres, como lo sucedido con cierta marca de ropa infantil dirigida por una figura gubernamental importante), y donde los requisitos legales y fiscales de mantener dichos talleres sean pocos o nulos. Una prenda "de marca" involucra desigualdad social, donde las clases privilegiadas marcan tendencia en la televisión con su uso, mientras que al mismo tiempo forman una mirada social crítica que señala con desprecio la presencia de una imitación de la misma prenda, la que termina siendo estigmatizada como "ropa de pobres" (pero producida en los mismos talleres). Un vestido caro implica el debilitamiento de las instituciones de la familia y la escuela, donde niñas y niños se ven sin otra opción que ausentarse o desertar del colegio a temprana edad debido a la imposibilidad (ya sea económica, social o afectiva) de sus padres de poder asistirlos, o peor aún: que los tengan que llevar a trabajar con ellos. El estilo de vida que el capitalismo nos impone involucra todo esto, y mucho más.

Esta entrada cuenta con una nota adicional que permite brindar un poco más de información sobre el "detrás de escena" de su creación: Nota 1.


Nota de los autores: este tema tiene una vinculación personal interesante con nosotrxs. En el caso de Agustina, su madre trabajó en escuelas de barrios cercanos a la feria de La Salada, pasando el día a día con niñas y niños con condiciones precarias de vida, y esto hablando de hace poco más de dos décadas atrás. En el caso de Sebastian, el prácticamente vive cerca de la feria, ha conocido casos donde sus vecinos contaban con talleres textiles en los confines de sus hogares, y su madre lleva trabajando también como docente en escuelas a metros de la feria, de donde ha traído historias de deserción escolar en niñxs cuyos padres trabajaban sin cesar para la feria, donde ha vivido casos de violencia (hacia el personal docente e incluso hacia los propios niños y niñas) y delincuencia (tanto hacia las escuelas como en la misma zona debido al fuerte flujo constante de personas yendo y viniendo de comprar). Ciertamente no son pocas las herramientas con las que contamos para discutir la realidad social en estas zonas.

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