Deconstruyendo la identidad sexual
¿Qué pasa si te digo que la mujer no existe? Así como no existen las nociones de masculinidad, feminidad, hombre, heterosexualidad, homosexualidad, normalidad, patología, etc. Estamos hablando de ficciones biopolíticas vivas, representadas corpóreamente en la realidad.
La mujer es irrepresentable, ya que la misma idea de mujer es una construcción patriarcal. Lo que entendemos por mujer es funcional a la idea de varón y a la necesidad de ese varón. Por lo tanto, (disculpen el juego de palabras) la verdadera mujer no es mujer. De esto y mucho más nos habla Paul B. Preciado en su libro Manifiesto contra-sexual.
Partamos de la idea de que la era en la que el Panóptico foucaultiano nos disciplinaba y construía nuestra subjetividad normalizada de modo imaginario, pasó. Quedó atrás. Hoy al poder no se lo obedece, se lo ingiere. Nuestra subjetividad ya no pasa porque el dispositivo carcelario estructurase nuestras mentes, sino que el poder ha encontrado el traspaso de la mente al cuerpo. Hoy en día, dice Preciado, nuestra subjetividad está totalmente atravesada por pastillas, ya que estamos viviendo tiempos fármaco-pornográficos. Ambas industrias se encargan de producir una identidad y una sexualidad que van modificando nuestro cuerpo. De esta manera, así como los anticonceptivos, las hormonas y diversos químicos producen subjetividad y construyen un determinado tipo de vida sexual, la industria pornográfica se encarga de intervenir directamente sobre nuestras representaciones. Estamos viviendo tiempos donde lo que se busca es un estado de excitación permanente, en donde la heteronormatividad tiene por objetivo unificar las tres categorías de la identidad sexual: sexo biológico (sexo llamado “natural”, asociado a la genitalidad), el género (percepción subjetiva que cada persona tiene sobre sí mismx) y la orientación sexual (preferencias subjetivas en cuanto a la sexualidad: heterosexualidad/homosexualidad/bisexualidad/asexualidad y los matices entre las mismas). Ahora bien, si estas categorías se unifican, es a lo que se llama una persona “normal” (o, en otros términos más adecuados, cisgénero): nací hombre, me siento hombre, y me gustan las minas. Sin embargo, Preciado nos hace cuestionarnos los roles de género al remitirnos a una frase de la gran Simone de Beauvoir: Mujer no se nace, se hace. No hay nada “natural” o “normal”: son ficciones biopolíticas. Asimismo, pensar en la industria pornográfica nos conecta directamente con lo que entendemos por sexualidad. En esas películas es donde la mayoría de las personas aprende lo que es el sexo. No obstante, en las mismas, el acto sexual se ve reducido al contacto repetitivo y primordial de dos órganos: el pene y la vagina; y aquí es donde el autor hace hincapié para confrontar esta construcción de la sexualidad. Pareciera que si no hubo penetración, no existió relación sexual alguna.
En realidad, erógeno es todo el cuerpo, ya que responde a estímulos. Empero, la prioridad de un órgano sobre otro es absolutamente funcional a un sistema heteronormativo. Conviene que el placer esté circunscrito a un único órgano; es allí donde entendemos la primera asimetría entre varones y mujeres. Da la casualidad de que esta primordialidad coincide con la reproducción. Vinimos a reproducir y a hacernos cargo de lxs hijxs. Preciado nos habla en este punto de la extracción de plusvalía de la mujer, haciendo referencia al trabajo doméstico no remunerado. Por lo tanto, el autor propone que el mejor antídoto contra la pornografía dominante no es la censura, sino la producción de representaciones alternativas de sexualidad, también llamadas como Pospornografía. Es necesaria una total deconstrucción del género, donde las ficciones binarias de masculino/femenino, varón/mujer, activx/pasivx, sean tomadas como posibilidades, y no como esencias.
La multiplicidad de nuestros deseos y de nuestros cuerpos no puede categorizarse.
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