La hegemonía versus los corpiños de la discordia

El uso de corpiño ha adquirido una doble connotación hegemónica: por un lado, es extremadamente obligatorio su uso en mujeres; por otro, es uno de los "peores" insultos que se le puede decir a un hombre. Hace ya una década, Policías en Acción supo sacar a la luz lo peor de la sociedad argentina y hacerlo quedar cómico. Hoy en día mucho no parece haber cambiado, sólo que lo vemos en "HD" y la gracia ha desaparecido en un mar de memes ofensivos que intentan demasiado ser chistosos (y fracasan espectacularmente). Video.


La práctica de uso del corpiño en mujeres se ha naturalizado tanto que en sí misma se justifica, y todo aquello que no cumple la norma es excesivamente criticado (y apuntado con la mira fulminante de los medios masivos de comunicación y su control sobre el sentido común). Por otro lado, la misma sociedad machista patriarcal con su ego tan frágil ha reproducido y dictaminado a rajatabla la sugerencia del uso del corpiño en hombres como un atentado a la figura del macho y uno de los peores insultos posibles que se le podría decir. Todos estos actos son parte de una hegemonía que nos atraviesa hasta en los actos más pequeños, como el típico "no seas una niña".

Que te indigne más una pared pintada con un mensaje o un patrullero destruido, que una mujer muerta por femicidio cada 18 horas, es hegemonía. Que no cuestiones tus privilegios de ser hombre, blanco, cisgénero y heterosexual porque creés que no hay nada que cuestionar, es hegemonía. Que repitas que “al colegio se va a estudiar, no a hacer política”, es hegemonía. Que le asignes juguetes de niño o niña a tu hijx según su sexo biológico (genitalidad), es hegemonía. Hablamos de hegemonía cultural como el concepto que justifica el statu quo social, político y económico como natural e inevitable, y que además, es beneficioso para todo el mundo. Sin embargo, nos referimos a una construcción social que beneficia únicamente a la clase dominante.

Ahora bien, en estos días se estuvo viendo una intensa actividad por parte de los medios con respecto a una piba de 18 años que fue al colegio sin corpiño. “El problema no es ‘corpiño sí, corpiño no’, sino que hay reglas dentro de una sociedad, y también dentro de una institución” dice el macho pecho peludo, en calzoncillos, con el torso desnudo, tomándose una birra en el sillón. Cuando termina de discutir, empieza a hacer “zapping”, y pasa programas como los de Olmedo y Tinelli, riéndose a carcajadas. Porque, como ya sabemos, la única teta que molesta es la que no se puede vender. Y no nos olvidemos de la realidad social que se está escondiendo con cada minuto que se mediatiza una discusión sin sentido alguno excepto para demonizar a "las feminazis sucias que se creen que pueden hacer lo que quieren". No nos olvidemos de la economía sin control que se nos escapa, de las ciudades que se nos inundan sin aparente reacción de nuestros representantes, de las mujeres que nos matan mientras el macho se piensa y replantea (como si fuera una cuestión tan complicada) por qué se está dando tanta atención a ese tema del corpiño "cuando hay otras cosas más importantes de las que hablar", mientras que al mismo tiempo sigue consumiendo ese mismo material. La paradoja del machismo podríamos llamarla. O simplemente idiotez.

Esta entrada cuenta con una nota adicional que brinda ejemplos adicionales del tópico en discusión: Nota 2.

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