Sobre el rol docente: aquella parte ignorada en la formación [Parte 1]
En las últimas semanas tuvimos la posibilidad de llevar nuestras consultas e inquietudes sobre las responsabilidades y los modos de actuar frente a distintas situaciones en el aula. Trabajamos cuestiones asociadas a nuestrxs derechos y los de nuestrxs estudiantes, y lo que más nos quedó es la poca relevancia que se le da al rol docente, especialmente desde nuestra formación.
No ha sido sino hasta el tercer año de nuestra carrera que se nos dió el espacio apropiado para resolver dudas relativamente simples en comparación a la carga teórica que se nos entrega con la esperanza de que adoptemos los modelos más inclusivos que la pedagogía y la didáctica reciente nos pueden ofrecer. Eso levanta una enorme pregunta, ¿no? ¿Por qué se ignoran tanto los espacios de discusión sobre los derechos docentes?
Consideramos un tanto inútil llevar este planteo al plano de la sociedad en general, puesto que es un tema que hemos discutido prácticamente todo el año en este blog. Este planteo particular lo queremos llevar al plano del sistema de la formación docente, no hacia alguna cátedra en particular.
Hoy que es tiempo de sanar
Las heridas del tiempo
Hoy que pronto será ayer
Regálate el momento
En nuestra situación, el hecho de provenir de familias docentes nos dio siempre un panorama básico sobre cómo se manejan las cosas en el ámbito, especialmente a la hora de enfrentar casos donde se manifiesta en el aula la disfuncionalidad de una familia. Pero sin contar esa base anecdótica, recién en la segunda mitad del tercer año de nuestra carrera vimos temas vinculados al Estatuto Docente y los procedimientos para actuar si estamos frente a un estudiante que se ausenta, que se lastima o que puede lastimar a lxs demás. ¿Cómo pretende el sistema que lxs docentes practicantes reaccionen frente a la infinidad de situaciones escolares si la única herramienta hasta el momento que han recibido es material de teóricos que piensan en los procesos de enseñanza y aprendizaje? Normalmente se minimiza esta cuestión mencionando que "es algo que se aprende con la experiencia en el aula", y se naturaliza que los primeros años de trabajo docente sean, lisa y llanamente, miserables. Al final del día nos encontramos en una situación donde criticamos fuertemente a las generaciones docentes que prefieren quedarse de brazos cruzados antes que intervenir en un conflicto escolar, pero nos vemos limitados en la cantidad de herramientas disponibles para que nuestra generación sea la excepción a la regla, y no la norma. Se especula que con suerte al pasar los años lxs docentes adquieran la suficiente experiencia para ser esa excepción, pero no es algo que debería dejarse al azar (pese a que el contexto político y económico piense lo opuesto).
Como ya dijimos antes, no es una crítica enfocada particularmente hacia las distintas cátedras que hemos atravesado, sino más bien una preocupación dirigida hacia el sistema en general. El conocimiento que hemos recibido es increíblemente valioso, y deseamos haberlo podido discutir antes o con más tiempo (la volatilidad de las cuestiones sociales de este año han resultado un tanto desfavorables para esto último). Vemos a este planteo como una más de las múltiples inconsistencias que notamos a lo largo de nuestra formación (otras incluyen el contradictorio y casi ausente acompañamiento para orientar los prototipos de planificaciones que se nos requieren, y el aparato administrativo peligrosamente excluyente), y nos gustaría que nuestras voces sirvieran para fomentar la reflexión. Probablemente ante la modificación de la currícula de la formación docente seremos una de las últimas generaciones formadas con estas preocupaciones, o quizá lo que se viene es todavía peor. Deseamos que sea lo primero y no lo segundo.
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